Eres buena persona. Cuidas, atiendes, sostienes. Pero… ¿y tú?
Muchas veces, esa capacidad de cuidar a los demás va acompañada de una gran dificultad para cuidarte a ti misma. Sobre todo, cuando se trata de poner límites.
Porque cuando dices “no”, aparece la culpa.
Porque cuando te eliges a ti, te sientes egoísta.
Porque cuando te das prioridad, piensas que estás decepcionando a alguien.
Pero cuidar no es lo mismo que sacrificarse.
Poner límites no es rechazar al otro, es incluirte a ti en la ecuación. Es una forma de honestidad, de autocuidado y de sostener relaciones más sanas.
¿Cómo empezar a poner límites sin que te consuma la culpa?
1. Reconoce que tu bienestar también importa.
Tú también mereces descanso, respeto y espacio.
2. Reemplaza la culpa por responsabilidad.
Tú eres responsable de ti. No puedes hacerlo todo por los demás sin consecuencias.
3. Practica frases claras y amables.
“No puedo ahora, necesito descansar.”
“Gracias por contar conmigo, pero hoy no me es posible.”
Y sobre todo: sé paciente contigo.
No vas a pasar de complacer a marcar límites de un día para otro. Pero cada vez que te eliges, te fortaleces.
Estás aprendiendo a cuidarte como cuidas a los demás. Y eso es un acto de amor propio.